9 oct 2008


Estaba ya entredormida cuando las manos de él me despertaron acariciándome todo el cuerpo. Otra vez. Era la gloria para mí: nunca me había sentido tan bien en estos últimos años, nunca me había quedado a dormir con él. Aquello era la vida ideal, como en algún momento la había soñado con una excepción: él tenía novia y lo que hoy compartía conmigo era eso, solamente ese instante. O por lo menos ése fue el pensamiento que me hizo ruido en la cabeza todo el día siguiente. Cuando nos levantamos a la mañana, se escuchaba a Cerati cantando "tu voz en el mensaje me pide que te hable". Me despertó, mientras me tocaba el pelo. Era él, era él haciendome el desayuno, era yo despertándome en su cama, durmiendo abrazada a él, entre sus sábanas, en aquella cama. Allí estaba yo: reina del universo. Después de desayunar un té y dos galletitas de chocolate, subimos en el auto y manejó hasta Puerto Madero cantando entusiasmado un tema que yo ni conocía. Él también estaba feliz (nosé porque), no era solamente yo. Esa mañana fue el comienzo de una nueva etapa con él, una creencia errada que siempre albergaría mi cabeza: la posiblidad de reconciliación estaba cerca. Muy cerca. Y yo, la reina del unuiverso, bajé del auto con un beso desinteresado y le dije:
-Te amo. Gracias.
Supongo que entendió que le daba las gracias por haberme alcanzado hasta mi casa. Pero en realidad, le estaba dando las gracias porque me hacía muy feliz..

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