Y de pronto, sola otra vez

Lo ves en sus ojos. Te das cuenta por sus gestos, por la forma en que se toca la cara, incómodo, y traslada el peso del cuerpo de derecha a izquiera, de izquierda a derecha. Si elige la salida fácil, si esconde su incomodidad detrás del teléfono, entonces lo oyes en el ligero temblor de su voz al saludarte. Y luego está ese breve silencio, mientras trata de contrar las palabras que ensayó una y otra vez la noche anterior. Las palabras que en ese momento tienen la fuerza suficiente para romper un corazón en mil pedazos, el poder suficiente para romper un corazón en mil pedazos, el poder para hacer qe una chica llore como una cratuara que acaba de lastimarse la rodilla. Y mientras se aleja o cuelga lentamente el teléfono, te quedas muda, atragantada con el nudo que se te ha formado en la garganta, a mitad de camino entre el "No es tu culpa, soy yo..." y el "me gustaría que siguieramos siendo amigos".. En un instante, pasan de ser una pareja feliz a ser dos personas separadas... salvo que ya no recuerdas lo que significa estar sola. De hecho, no recuerdas mucho cómo era tu vida antes de que él conquistara tu corazón, prometiendo ser diferente. Pero estabas entera antes de que él llegara y seguirás estándolo después de su partida. Entonces, abróchate el cinturón de seguridad, porque este viaje será muy movido. Pero el punto de destino vale la pena.

SOLA. La palabra te da vueltas y vueltas en la cabeza. Al principio te hace llorar. Sola. Dilo conmigo. De pronto estás sola y lo que te duele tanto es ese "de pronto", como si te hubiesen quitado de un tirón la alfombra bajo tus pies. El cambio fue muy inesperado y, por supuesto, inoportuno, pero ahora que ha sucedido debes levantarte del suelo, sacudirte el polvo y tomar conciencia de que, en realidad, no es tan malo no tener pareja. De hecho, tiene un millón de ventajas que esperan ser descubiertas por ti. Entonces, dilo conmigo... SOLA. Grítalo. Y comprende que no es el final. Es apeas un comienzo.