Sé que me tomaste por loca cuando te pedí que escribieras nuestra historia antes de marcharnos de casa, pero tengo mis razones, y agradezco tu paciencia. Y aunque nunca respondía tus preguntas, creo que ya es hora de que sepas la verdad. Hemos tenido una vida que la mayoría de las parejas no conocerá nunca, y sin embargo, cada vez que te miro, siento miedo porque sé que todo acabará muy pronto. Los dos conocemos el diagnóstico de mi enfermedad y sabemos lo que significa. Te veo llorar, y me preocupo más por ti que por mí, porque sé que compartirás mis sufrimientos. No encuentro palabras para expresar mi dolor. Te quiero tanto, tan apasionadamente, que hallaré una forma de volver a ti a pesar de mi enfermedad. Te lo prometo. Y por eso te he pedido que escribieras nuestra historia. Cuando esté sola y perdida, léemela tal como se la contaste a nuestros hijos, y sé que de algún modo comprenderé que habla de nosotros. Entonces, quizá, sólo quizá, encontremos la manera de estar juntos otra vez. Por favor, no te enfades conmigo los días en que no te reconozca. Los dos sabemos que llegarán. Piensa que te quiero, que siempre te querré, y que pase lo que pase, habré tenido la mejor vida posible. Una vida contigo. Si has conservado esta carta y la relees, cree que lo que digo vale también ahora. Donde quiera que estés y cuando quiera que leas esto, te quiero. Te quiero mientras escribo estas líneas, y te querré cuando las leas. Y lamentaré no poder decírtelo. Te quiero con toda el alma. Eres, y has sido, lo que siempre he soñado. No existe mujer más afortunada que yo, y te quiero con toda el alma.
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